LAS PLANTAS SAGRADAS Y SU REPRESENTACION EN MESOAMERICA

Por María de las Mercedes Fuentes
(loscontini@yahoo.com.ar)

En América Precolombina, vivieron pueblos muy diversos, con personalidad y modo de vivir propios. En el año 1.000 a.C. ya existía una base firme para la civilización que se extendía desde México hasta el Perú Meridional, en una longitud de más de 6.000 kilómetros.
Muchos fueron los que dejaron su historia en la riqueza de sus imágenes como por ejemplo en algunas figuras Olmedas esculpidas, que sugieren un interés extremo por el rito y la religión, u otras más mundanas de la escultura maya que tiene un don especial para la belleza, la de los aldeanos mexicanos del oeste propensas al humorismo o las figuras aztecas que evocan a menudo la brutalidad y la muerte (lo que nuestra civilización considera brutalidad, para los aztecas tenía un hondo contenido religioso). En algunos casos, hay pequeños autorretratos de barro, de jade o de piedra volcánica.
Muchas de esas representaciones, y que nos dicen de la percepción del mundo de éstos pueblos, están relacionadas con el uso de plantas alucinógenas. Situación muy frecuente en el hombre primitivo en general, dado que las consideraban “sagradas” y por ende eran muy usadas en sus rituales. Hongos y flores fueron plasmados en sus obras: esculturas, pinturas, códices, y poemas; y se le asignaba el color verde, como sagrado.
Entonces, siendo uno de los temas recurrentes en la expresión ritual (sic-artística) de toda Mesoamérica, con importante cantidad de obras y representaciones, aunque no siempre resaltadas por dichos valores, he seleccionado el mismo para su estudio bibliográfico.
Las culturas primitivas no manejaban el concepto de la muerte causada por enfermedades, orgánicas o físicas, para ellos todo era resultado de la interferencia con el mundo espiritual, por lo tanto los alucinógenos eran un elemento que les permitía conectarse con el mundo de sus dioses.
Estas sociedades aborígenes consideraban a estas plantas alucinógenas como un regalo de los dioses, y a veces los dioses mismos.

XOCHIPILLI: Príncipe de las plantas.
Una figura azteca del siglo XVI, que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Antropología de México, que fue encontrada en Tlamanalco, al pie del volcán Popocatépetl, representa al dios Xochipilli. el Príncipe de las Flores.
El pedestal de esta escultura está incorporado a la estatua y es una reproducción en miniatura de la parte inferior de un templo azteca, sobre el cual está sentado el dios. Se considera que la figura fue tallada aproximadamente una generación antes de que llegaran los españoles.
La expresión general así como la inclinación de la cabeza, la mirada hacia el cielo, la boca semiabierta, la contracción del dedo gordo del pie derecho, entre otros rasgos, manifiestan un estado de éxtasis, y parece no estar en el mundo terrenal.
La máscara que lleva describe a un dios que no está mirando de una manera corriente, sino con los ojos del espíritu, está absorto probablemente por Temicxoch como llamaban a las "flores del sueño". Xochipilli era además el dios de la juventud, de la luz, de la danza, la música, los juegos, la poesía y el arte, las mariposas, del árbol florido, de los hongos sagrados (las flores que embriagan).
Las partes descubiertas de su cuerpo, así como el pedestal están ornamentados con relieves de flores, algunas representan hongos en su corte transversal, una de ellas se encuentra oculta por la talla de una mariposa mítica y los sombreretes de los hongos ofrecen una gran variedad de formas, debido a la gran cantidad de especies que utilizaban y en diferentes etapas del ciclo vital.
Según la creencia de los mesoamericanos el paraíso o Tlalocán como lo llamaban, estaba en las estribaciones de una montaña siempre verde, hacia el oriente. Para los aztecas el macizo coronado por el Popocatépetl era el lugar de su Tlalocan, su jardín del edén, donde se encontró esta estatua, el corazón del lugar de los hongos sagrados.
En el pedestal está tallada una mariposa muy estilizada posada entre los hongos. Estos insectos no eran atraídos por los hongos, pero en la iconografía de estos pueblos se relacionaban con el país de los muertos de buena estrella y encarnaban el espíritu de los difuntos. Esta creencia se siguió manteniendo hasta la era actual en algunos lugares de la región mazoteca.
Estas mariposas también se pueden ver en el mural de Tepantitla, en Teotihuacan, donde está representado el Tlalocan, paraíso del pueblo nahua.
En el pedestal de la efigie de Xochipilli la mariposa o sea el espíritu de los muertos, se agasaja con los hongos, alimento de los dioses, a cuyo mundo será transportada. En tres de los cuatro lados del pedestal, aparecen dos grupos de cuatro círculos concéntricos, lo mismo que en la parte de atrás del hermoso tocado, donde hay seis grupos de cuatro círculos, se trata del glifo náhuatl Tonallo, símbolo que representa la estación cálida, la luz, la mariposa, la tibieza del sol y las flores . En equilibrio con estos círculos hay unos cuadrados divididos en cuatro franjas, que probablemente estuvieron pintados en distintos colores, pues toda la estatua había sido pintada; éste símbolo llamado Tlapapalli, refuerza al tonallo y significaba la alegría suprema. Por encima de los círculos de hongos, a los lados del pedestal, hay una línea ondulada, que recorre las cuatro caras, que podría significar agua, pues los hongos aparecen con las lluvias, las tormentas o los rezumaderos de la montaña. A lo largo del extremo superior del tablero hay una serie sin fin de círculos concéntricos, a los que se llamó símbolo solares, pero que podrían interpretarse de distinto modo según hemos visto hasta ahora. En la cadera derecha de Xochipilli hay una flor de cinco pétalos, según investigaciones botánicas que identificaron las especies, se trataría de la flor de nuestro tabaco común, una de las plantas sagradas de todas las culturas Amerindias, no sólo en Mesoamérica sino a lo largo de todo el continente, quienes veneraban al tabaco como una planta de virtudes místicas. En el muslo derecho se ve una flor de maravilla, desde el frente de la corola, en la pierna izquierda, debajo de la rodilla, botones de esta flor que muestran la fase del ciclo vital de esta flor, era el ololiuhqui de los nahuas. Todas las flores talladas en esta escultura fueron identificadas, salvo una que está en la parte inferior de la pantorrilla derecha que tiene cuatro pétalos. Estas flores no están hechas en una misma escala, cada una ocupa un lugar en equilibrio con la parte que le fue designada.
Esta estatua de Xochipilli es única porque en su cuerpo están talladas las plantas sagradas. pero no es la única pieza donde se plasmó el estado de éxtasis.
Existen una serie de estatuillas talladas en piedra, que expresan un arrobamiento aún más elocuente que el propio Xochipilli. Fueron encontradas en Colima, Sudoeste de México, y datan del siglo VII d.C..
También hay otra figurilla de Mezcala, que data de fines del período preclásico, 600-lOO a.C., tallada en piedra, que a diferencia de otras figuras, tiene los ojos cerrados, pero con toda la expresión de arrobamiento.
Tanto la estatua de Xochipilli como las primeras figuras parecen estar mostrando lo que el hombre primitivo sentía estar viviendo, en cambio en la figura de Mezcala, nos muestra como ese hombre era visto por los demás.
Otra serie de figurillas reclinadas, que datan del período preclásico medio o tardío, l.l50-l00 a.C., provenientes de Honduras, el centro de México y el Estado de Guerrero, también podrían llegar a representar a gente ordinaria, disfrutando de estas experiencias alucinógenas. Son de barro o de jade, tienen de nueve a veintidós centímetros de largo. Se supone que podrían ser Olmecas.

TEOTIHUACAN : Mural de TEPANTITLA
La expresión idiomática Xochitl que significa flor, podría tener para los nahuas el sentido metafórico de “fruto de auténtica experiencia interior”, según dice un poema de León Portilla.
En los cuatro volúmenes de poesía náhuatl, aparecen incontables veces las flores, flor y canto atraían a los poetas. Hacían sus reuniones en la casa de las flores, donde se levantaba un árbol que se llenaba de flores, donde cantaban y danzaban.
Esta costumbre había perdurado más de un milenio, pues en Teotihuacan, los fragmentos de un mural muestran este árbol estilizado. Las ramas entrelazadas están inspiradas en el crecimiento retorcido de la enredadera conocida en náhuatl como coaxihuitl, la planta serpiente, o sea la maravilla, cuyas semillas reciben el nombre de ololiuhqui.
Para el hombre mesoamericano la religión era todo, lo que les inspiraba reverencia, adoración o miedo, hasta inventaban guerras con el solo hecho de conseguir prisioneros para capturar y sacrificar a sus dioses, los cuales eran preparados por medio alucinógenos , luego los hacían subir por las escalinatas altas u escarpadas de los templos, donde encontraban su fin por medio de un cuchillo tallado de obsidiana, sobre un altar de piedra, en la cúspide de las pirámides. Para sus batallas también utilizaban la metáfora “flor” como lo hacían para definir a los alucinógenos.

CODICES:
Los códices, textos pictográficos, son las fuentes documentales de la historia prehispánica en Mesoamérica. Pintados por los sacerdotes, quienes eran los únicos en tener acceso.
En el códice Vindobonense, (Mixteca), se da una visión mitológica del origen de las cosas. Su lectura obliga a un recorrido por la página en sentido inverso al que estamos acostumbrados, empezando en la esquina inferior derecha y avanzando hacia arriba por la columna derecha hasta el extremo superior, donde el celestial banquete de hongos ocupa ambas columnas.
Se lee al dios Quetzalcóatl con todos sus atavíos y portando una máscara con pico de ave, quién escucha a otro dios mayor. En el nivel siguiente hacia arriba a la derecha, hay una mujer enmascarada y sentada junto a dos bolas de copal encendidas; ella es la reencarnación del espíritu de los hongos y lleva cuatro setas en el cabello. A su izquierda Quetzalcóatl lleva a esta mujer en la espalda, tal como acostumbraban los recién casados. En el nivel siguiente Quetzacóatl vuelto hacia la derecha está cantando, mientras toca un instrumento musical (cráneo apoyado en un anillo de cuerda). Frente a él está Piltzintecuhtli, “el más noble señor”, sosteniendo en lo alto dos hongos. Como todos los dioses, se identificaba por un signo calendárico, representado mediante siete círculos y una flor (Siete Flor). Sus características lo emparentaba con Xochipilli, Príncipe de las flores. Arriba y hacia la izquierda hay 7 dioses y diosas, cada uno sosteniendo en su mano izquierda un par de hongos. Esta última escena no se asemeja a un banquete, sino a una ceremonia nocturna.

MURALES:
Los murales de Teotihuacan, representan una escuela de pintura muy refinada, y sólo con parentesco al arte de los mayas y de los códices nahuas y mixtecas. Estaban ubicados en complejos laberínticos de edificios. En éstas pinturas se ven procesiones de sacerdotes, dioses, animales alegóricos pintados en rojos, verdes, azules y amarillos, que aún conservan su brillantez.
El tema favorito es el dios de la lluvia, de las cosechas, las flores y las mariposas, Tláloc, o sus sacerdotes que riegan grandes gotas de agua o las esparcen, sacándolas de pequeñas bolsas.
El mural conocido como “El Paraíso de Tláloc”, pinta la vida en el más allá de los que murieron por hechos ocasionados por las lluvias o el agua. Tláloc cuida sus almas, que se ven cómo figuras pequeñas que bailan y cantan, juegan o persiguen mariposas. De sus bocas salen signos que representan palabras o cantos. Los bordes de los murales, eran muy ornamentados, con amplias bandas curvilíneas, rectilíneas, y trenzadas a intervalos cuyo frecuencia describe a su vez amplias curvas, de ondulación casi musical.
En todas las pinturas teotihuacanas, aparecen los “ojos desprendidos”, es decir los adoradores de los hongos, que con sus ojos abiertos o cerrados, contemplan escenas sobrenaturales de otro mundo, como sucede a quien está bajo efecto de alucinógenos.
En otro importante mural (Teopancaxco), aparece el “glifo” del agua; es la etapa temprana de su evolución pictográfica . En dicha pintura aparece un caracol marino y lo que parece ser el sombrero de un hongo, sus laminillas, el tallo que se une a una corriente de agua. Todo en el sagrado color verde.
El hongo está siempre presente, a veces simplificado o reducido a dos círculos concéntricos o a un círculo en torno a un punto.

ARQUITECTURA: Las Grecas de Mitla.
Los arquitectos prehispánicos utilizaron profusamente las grecas en la decoración de frentes de los edificios. Franjas de diseños angulares que se repiten rítmicamente. Pueden verse en las ruinas de Mitla y en Teotihuacan. Muy similares a las grecas griegas.
Dado que no hay relación alguna entre éstas dos civilizaciones, una interpretación respecto a la inspiración en el diseño de grecas, remite a efectos y alucinaciones producidos por uso de hongos, de lo que también, en la cultura griega, existen testimonios de su utilización.

ESCULTURA: Los hongos de piedra de la tierras altas Mayas.
Variadas esculturas en piedra, de formas antropomorfas y zoomorfas, y con remate superior en forma de hongo, aparecen en el área Maya (Guatemala), en el sur de México y en El Salvador. Datan del 1000 a.C. al 500 d.C. Dicho remate es una representación muy realista del hongo, pero en lugar de tallo aparecen figuras humanas o de animales vinculados con la mitología, como el jaguar, el pájaro, el mono y la liebre.
Las figuras humanas por la posición y expresión, parecen estar en estado de contemplación. Aún no está claro cual era la función en la práctica ritual.
Una de las hipótesis es que estaban vinculadas al juego de pelota. Para hacer la pelota se extendían tiras de látex sobre una superficie convexa y rugosa, que bien podrían ser estos sombreretes de piedra volcánica. Cuando endurecían se quitaban y moldeaban. El hecho de que las esculturas fueran talladas con esta forma, sugieren el conocimiento que podrían tener los Mayas sobre los hongos para utilizarlos en los rituales de este juego sagrado.
Una talla de piedra hallada en el norte de Perú, y perteneciente al período Chavín (años 1.300 a.C) representa al cactus San Pedro, especie vegetal “mágica” por sus poderes alucinógenos. Asimismo piezas cerámicas peruanas de los años 1.000 a 700 a.C. muestran imágenes del cactus junto a animales como el venado, y también de años 100 a.C a 500 d.C. urnas de cerámica negra con imágenes similares con jaguares y espirales estilizadas que mostraban los efectos alucinógenos que la planta provocaba.

CONCLUSIONES

Todo lo anterior nos da idea del significado que tenía para el hombre primitivo la experiencia con estas plantas, su sentimiento netamente religioso y en cierto sentido espiritual. No se sabía ni sospechaba del efecto real sobre cuerpo y mente como hoy se lo conoce, sino que era asignado al don “divino” de las mismas.
Hoy día contamos con algunos testimonios de ésas civilizaciones y sus pensamientos, a través de los objetos, ruinas de edificaciones, o las diversas representaciones de índole pictórico, escultórico u ornamental, que han perdurado en el tiempo. Y en general se las evalúa, admira o juzga, con ciertos criterios más o menos artísticos, ó más o menos arqueológicos. Tal es así, que la mayor parte de la literatura sobre el tema que he encontrado está enfocada desde esos puntos de vista.
El análisis por mí elegido, a través de la bibliografía encontrada, pretende resaltar los aspectos espirituales que llevaron a ésos “hombres primitivos” a producir obras que hoy día nos asombran por su valor artístico.
Quizá el hecho de que para el conquistador hispánico esas “plantas de los dioses” usadas en Amerindia fueron tema tabú, produjo un ocultamiento o dilución de todo lo relacionado con ellas. En particular las obras acá mencionadas fueron reanalizadas y cambió el significado de muchos de sus símbolos.
Además, con el desarrollo de éste trabajo, fui comprendiendo la evolución de las investigaciones realizadas sobre las obras, desde ésa nueva óptica y como se relacionaron en las distintas ramas del arte.

 BIBLIOGRAFIA

  1. LEONARD Jonathan Norton: AMERICA PRECOLOMBINA, EDITORIAL TIME-LIFE INTERNATIONAL. AMSTERDAM, l968
  2. EVANS SCHULTES Richard – HOFMANN Alberto: PLANTAS DE LOS DIOSES, EDITORIAL FONDO DE CULTURA ECONOMICA. MEXICO, l982
  3. GORDON WASSON R.: EL HONGO MARAVILLOSO, EDITORIAL FONDO DE CULTURA ECONOMICA. MEXICO, l983
  4. DICK EDGAR– IBARRA GRASSO: AMERICA EN LA PREHISTORIA MUNDIAL, EDITORIAL TIPOGRÁFICA ARGENTINA. BUENOS AIRES, l982
  5. DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO SALVAT, EDITORIAL SALVAT ARGENTINA. BUENOS AIRES, l967

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