LA CICUTA. UN VENENO FAMOSO.
Publicado en el Boletín de la Asociación Toxicológica Argentina. Prof. Dr. Eduardo Scarlato.
Frasco de farmacia de preparado a base de cicuta. Museo de Azul. Pcia. De Buenos Aires. Foto: Dr. Scarlato.
¿No les ha ocurrido alguna vez en el campo cruzarse con una planta de cicuta? Las veces que a mí me ocurrió, invariablemente me trasladaron en el tiempo, haciéndome visualizar al veneno que en la antigüedad fuera usado como uno de los sistemas de ajusticiamiento en distintas culturas. La palabra cicuta se deriva del griego konas: girar sobre, en referencia al estado vertiginoso que produce su intoxicación. Las principales variedades de estas plantas de la familia de las umbilíferas, son: La cicuta virosa o perejil de los pantanos y la cicuta mayor (conium maculatum) o cicuta de Sócrates. Existe además la variedad Oenanthe, constituída por plantas acuáticas, como la aethusa cinapium, falso perejil o perejil de los tontos. Su conocimiento y uso se encuentra plasmado en el papiro egipcio de Ebers (1500 a C.) Esta planta tan fácilmente confundida con el perejil, llegó a ser el veneno oficial de la Grecia antigua, y beber su jugo fue una de las más temibles consecuencias para todo ciudadano griego que transgrediese los límites de la ley. (“Cicuta venenum est publica, Atheniensium poena invisa"). La cicuta, que según los griegos producía la muerte sin estridencias ni sufrimientos inútiles y que evitaba un espectáculo sangriento, fue en este pueblo cultor de la belleza, el veneno que se utilizó de preferencia para la ejecución de los condenados a muerte. Hace ya veinticinco siglos, en Atenas tuvo efecto un proceso político que aún hoy es considerado como uno de los acontecimientos más importantes de la historia; encontrando en el veneno la culminación del mismo. Un anciano sencillo y afable, que jamás ocupó un cargo social o político importante y que sólo abandonó su ciudad natal durante el servicio militar, por haber criticado la tiranía que Critias ejercía sobre Atenas, fue acusado de corromper a la juventud con sus ideas y máximas contrarias a la organización de la República siendo por ello condenado a muerte. Se llamaba Sócrates (470 - 399). Aquel que legó a sus discípulos ideas que se plasmaron en algunas frases tan célebres como que "el hombre malvado no lo es por nacimiento, sino por falta de cultura". Según relatara Platón, su fiel discípulo quien nos legara su obra, el guardia encargado de darle el veneno no pudo dominar sus sentimientos, y a último momento y llorando dijo: “Tuve muchas ocasiones de ver que eres el hombre más generoso y apacible y el mejor de cuantos entraron en estos lugares”. Conocedor de su trabajo, cuando el condenado le preguntó: “Bien, amigo mío, tú que estás al corriente, dime ¿que es lo que tengo que hacer?, le respondió el verdugo: “Nada especial. Después de haber bebido, pasea un poco, hasta que las piernas se vuelvan pesadas. Luego, quédate tendido. El resto viene por sus pasos”.
Muerte de Socrates (1787) por Jacques Louis David. Para documentarse adecuadamente, David se hizo asesorar por un estudioso de la filosofía, el padre Adry. Sin embargo, David modificó los textos originales de Platón, que describen minuciosamente la escena y los asistentes de la misma.Los discípulos de Sócrates se muestran desesperados por la medida, y uno de ellos, Crito, le propone al filósofo la huída. Sin embargo, Sócrates, en medio de la agitación, la tristeza y el dolor, se muestra entero y con el brazo en alto explica a sus alumnos que el filósofo debe enfrentarse con entereza a cualquier circunstancia de la vida y entre ellas a la muerte, el acto final de todo ser humano.
Comenta también Platón los últimos momentos de su maestro: “Luego de reprobar a sus amigos por haber roto en lamentos, él continuó caminando hasta que encontró sus piernas cansadas. Entonces se extendió y el verdugo le examinó durante algún tiempo sus pies, y apretándolos fuertemente le preguntó si los sentía. Sócrates contestó que no. Hizo entonces lo mismo en sus piernas. Sócrates tenía frío, y el verdugo nos dijo que cuando llegase al corazón, Sócrates partiría. Su cuerpo estaba frío y sus últimas palabras fueron: Crito, nosotros le debemos un gallo a Esculapio. No olvides de saldar la deuda”. Segundo Sócrates se lo ha llamado a Foción, famoso general ateniense que también bebió la mortífera pócima sin inmutarse. A veces la dosis preparada a los condenados era insuficiente, debiéndose aumentar la misma para lograr el cometido. En el relato de una ejecución, fue el mismo Foción quien describió como "habiendo bebido todo el jugo del Abeto, la cantidad se encontró insuficiente y el ejecutor de la justicia se negó a preparar más, a menos que se le agregaran a su salario el pago extra de 12 dracmas." La cicuta se daba mezclada con opio o zumo de adormideras, a fin de que la muerte fuese más dulce, y de esta forma antes de morir, el condenado se sumiera primeramente en un sueño artificial y placentero. Pero el uso de la cicuta no quedaba circunscripto a los condenados por el Areópago. En algunas islas griegas, la de Cos principalmente, cuando los poderes públicos se veían imposibilitados para subvenir a las necesidades de la población, tenían el poder para disponer que a los individuos que hubiesen alcanzado una edad avanzada, se les suministrase una infusión de cicuta, con el fin de eliminarlos y evitar así que continuasen siendo una carga para la comunidad. Cita Platón, que también las personas que manifestaban deseos de quitarse la vida eran conducidos ante los tribunales, exponían allí los motivos por los cuales habían adoptado tal resolución, y si los jueces encontraban estas causas justificadas, facilitaban por medio de la cicuta, que el individuo llevase a la práctica el propósito de terminar con sus sufrimientos. En ese caso el suicidio era legítimo y contemplado legalmente. "Aquel que no quiera vivir más tiempo, que exponga sus razones al Senado. Y después de haber obtenido ciencia, se quite la vida. Si la existencia te es odiosa, muere. Si estás maltratado por la fortuna, bebe cicuta. Si te hallas abrumado por el dolor, abandona la vida. Que el desgraciado cuente sus infortunios. Que el magistrado le suministre el remedio y su miseria tendrá fin". Libanio (314 - 395) Como toda arma letal, la cicuta también fue utilizada para delinquir. La usó el médico Crateuas, quien cuenta como obediente al rey Mitrídates, debió eliminar a su amigo el cantor Alceo, padre de Estratónice, la concubina de mayor dignidad en la casa del Eupátor, quien sabía que este anciano hablaba de él con desprecio en los mercados. Teniendo noticias Crateuas de la suavidad de la muerte que producía la cicuta, la hizo importar de Esparta para usarla con su amigo en un desacostumbrado rapto de humanidad. Y estando el anciano en su casa, se la sirvió mezclada con vino. Atardecía, y Alceo bebió lentamente delante de su amigo. “En el espacio de una hora, sus pupilas broncíneas se hicieron grandes y profundas a costa del anillo amarillento y de la blancura de la córnea. Acercándome, llamé a Alceo por su nombre, pero ya se habían cerrado sus oídos y no había mirada dentro de sus ojos. Bajo mis manos, su frente se hizo sentir fría y húmeda a causa de que la cicuta convierte en finísimo hielo la sangre de las celdas cerebrales, de lo cual vienen sordera e imbecilidad como si el pensamiento colgase fuera del mundo. El cuerpo de Alceo se irguió en manera convulsa, pero ya había desertado su alma y no daba de sí otra señal que un derramamiento de heces coléricas”. Una forma extraña de asesinato con esta planta, fue aquella registrada en donde dos personas murieron cuando humos de Conium maculatum fueron emitidos a través de un incienso confeccionado con esta planta. Fue vaporizado durante un ritual religioso y una de las víctimas habría sido el papa Clemente VII, según lo informara el famoso médico Ambroise Paré en 1577. El medioevo nos muestra a la cicuta siendo utilizada, según las actas de los procesos instalados por la inquisición, como constituyente de los polvos o untos mágicos que servían a las brujas para efectuar todas sus maldades. Fue que usando un ungüento de brujo que le procurara cierto alguacil, el que fuera secuestrado de un matrimonio acusado de brujería; el médico de Carlos V y del papa Julio III, Andrés de Laguna en 1545, cuando trabajaba en Lorraine, sume en un profundo sopor a la esposa de un verdugo a fin de estudiar los efectos de estas pócimas. Su informe nos cuenta: “Entre las cosas encontradas en la ermita de dichos brujos, había una jarra medio llena de un determinado ungüento, como el de Populeón, popular ungüento blanco, con el que se untaban; cuyo olor era tan fuerte y desagradable que se veía que estaba hecho de hierbas frías y de efectos soporíferos hasta el máximo grado, como la cicuta, la belladona, el beleño y la mandrágora… Quizá una de las fórmulas más conocidas de estos misteriosos brebajes sea el citado por las brujas de Shakespeare al comienzo del cuarto acto de Macbeth, en el que se citan numerosos ingredientes, algunos evidentemente fantásticos pero otros claramente identificables como la cicuta, el acónito y el tejo. La modernidad nos muestra otra variante de intoxicación. La cicuta es alimento natural de los estorninos. Por ello, antiguas publicaciones de toxicología describían cuadros de intoxicaciones alimentarias con esta planta por la ingesta de “polenta con pajaritos”, cuadro estacional relacionado con la migración de estas aves. Y como representación de lo implacable y maligno que ha sido la cicuta para el hombre, me despido con una letra de tango que no puede llevar otro nombre que Te llaman cicuta. Refiriéndose a este personaje, escribió Alan Pauls: "Cicuta es el mal absoluto. Lo encarna ominoso, en su aspecto eterno de enterrador, en su vestuario de funebrero y en esa mueca amarga que parece alojada para siempre en su cara. Cicuta es el mal puro, su quintaesencia desnuda, inexplicable, inmotivada ...". Jorge Palacio (Faruk) su autor, quiso dedicarle este tango al que le puso música, el pianista y director Jorge Dragone. Cuando fueron a registrar el título en SADAIC se encontraron con que "Cicuta" ya había sido registrado. Para poder editarlo, Faruk y Dragone le pusieron entonces "Te llaman Cicuta". Desde chico te llaman Cicuta por amargo, envidioso y cabrón. Le escapaste al dulzor de la fruta por tener la acidez del limón.
Ya de grande te hiciste bocina y en vos nadie se quiso confiar. No has tenido el amor de una mina pues ninguna te pudo bancar.
Che, Cicuta... sos un cuervo envenenado, buscando siempre a tu lado a quién poder amargar. Che, Cicuta...te copás con los velorios, te mufás con los casorios y al ver los pibes jugar.
Andás siempre de negro empilchado aunque te haga pomada el calor y en el naso los lentes ahumados porque odiás a la luz y al color
El veneno que tiene tu mente por la vida querés derramar pretendiendo que toda la gente deje un día de amar y soñar.
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