¿Las drogas
de la Cultura o, la cultura de las drogas? : -Aclarando los términos-
El
interrogante planteado, en primer término, haría alusión a la permisividad y
facilitación que la cultura ciudadana ofrece frente al consumo de las drogas ya
legalizadas en tiempos anteriores, tales como el alcohol , el tabaco, y más
modernamente los psicofármacos. Además dejaría la “impresión” , que , al menos
desde hace algún tiempo ,se estaría aceptando, siempre socialmente, el camino
hacia el encuentro con la drogas ilícitas; de las cuales , la marihuana, la
cocaína con sus derivados, y el éxtasis , son sólo algunas de ellas. Esta
tolerancia social , de la cual han hablado y escrito muchos
autores, algunos de ellos muy destacados, sigue sin ser lo suficientemente
considerada para futuras intervenciones preventivas, que el estado debería
implementar. El segundo término de la opción, confrontando con el primero,
destaca la “cultura” del uso o abuso de sustancias, con las que grupos de niños,
jóvenes y adultos, creen necesitar para la realización de las actividades
cotidianas. Quizás sería más correcto hablar de la subcultura del consumidor de
sustancias psicoactivas, hoy alimentados por esta tolerancia social, más amplia
y extensa, que jamás se ha visto, a través de toda la década. Junto ella , la
perdida de los valores tradicionales, el mercantilismo
,en el cual estamos inmersos, sumado a una dosis de
individualismo aportada por el siglo XXI ,constituyen el
condimento ideal para el desarrollo de las conductas adictivas. Frecuentemente,
éstas crecen entre los grupos humanos socialmente vulnerables. Tanto por lo
primero, la facilitación social, que determina –en forma
lineal- un aumento de la disponibilidad de sustancias, como,
por lo segundo, el factor personal-y grupal-
en el cual interesa saber lo que el sujeto espera de las drogas , o lo que le ha
dicho su grupo de pertenencia , que puede esperar de tal o cual grupo de
sustancias. Teniendo en cuenta que se trata de un comportamiento social
aprendido, nos lleva a la conclusión ,que estos términos conllevan ,
irremediablemente, al encuentro entre el individuo, la sustancia ,y una sociedad
francamente tolerante, permisiva, y hasta cómplice con el uso y abuso de las
mismas. Ésta búsqueda activa de las drogas, dentro de una sociedad complaciente,
es una de las razones por las cuales la drogadependencia escapa a algunas
normativas del azar, que regulan la epidemiología de la mayoría de las
enfermedades humanas. Por otra parte ,el excesivo énfasis que se ha
puesto en los derechos, ( garantías) individuales, muchas veces, por encima de
la tutela del bien común y la salud colectiva, ha favorecido ,aún más,- y ,sin
duda alguna- la irrupción del consumo de las drogas por parte de la población en
general y de los jóvenes en particular. Las mismas, atravesando, el cuerpo
social, sin frontera alguna ,determinan , síntomas y signos iniciales, que
generalmente pasan inadvertidos por varios años, hasta que, de continuar, la
historia del consumo personal, aparecen las temidas complicaciones finales: el
deterioro psicofísico, la pérdida de la libertad o la muerte. Allí recién
comenzamos a percibir el daño, individual y social, que realmente ocasionan
estas sustancias. Algunos magistrados y funcionarios argentinos continúan
soslayando la causalidad de las mismas, atribuyendo las complicaciones a otras
causas sociales, banderas de diferentes tendencias políticas, sin tomar en
cuenta las advertencias de la OMS, que por más de 40 años ha mencionado el
uso perjudicial y , en algunas oportunidades, el uso
peligroso de las mismas. De una u otra manera esta situación , junto a
otras de similar importancia, fueron llevando a la problemática del consumo de
drogas a la politización de las mismas; sacándolas del plano de
la Salud Pública y Social, encadenándola a los vaivenes de la política
argentina. A propósito de lo que estamos hablando, cabe mencionar el proyecto
de la despenalización de la marihuana, para uso médico, presentado por la
Diputada Diana Conti , apoyada por otros sectores denominados progresistas, que
sin conocer la problemática de los consumos tóxicos, científicamente, opinan ,
basados en las denominadas garantías individuales. Dejando en claro, que se
ha comprendido, que el proyecto en cuestión despenalizaría la marihuana, sólo
para el uso médico de la misma, no estaría acertado, desde un comienzo, debido a
que todo principio activo integrado a un vegetal, como la digital, por ejemplo
,debe ser aislado de la planta que le dio origen, y, obligadamente, una vez ,
debidamente probado y evaluado farmacodinámicamente , para
luego, recién, constituirse en un medicamento, cuya venta se realizará a través
dell circuito farmacéutico convencional. Desde luego debe encararse un
costoso proceso –que, generalmente, requiere varios años- y que resulta del
estudio de la molécula por distintas etapas, incluyendo, la dosis terapéutica
útil, los efectos adversos, el estudio clínico en animales, junto al de los
grupos humanos, entre otros. Aún así, existen en el mercado internacional dos
productos en base al “Delta -9 tetrahidrocannabinol”- principio
activo que lleva la Marihuana, denominados Marinol y Nabilone. Pero el
proyecto presentado, despenaliza el consumo de la Marihuana, no promociona el
uso de estos medicamentos , ya existentes en el mercado
internacional,aunque, sin la aprobación de la F.D A. Esta última
se ha manifestado hace un par de semanas atrás en prestigiosos diarios
nacionales e internacionales, no reconociéndole al cannabis, propiedades médicas
especiales, que otros productos farmacéuticos, ya no las contengan. Los usos
propuestos, de estimular el apetito, disminuir los vómitos y el dolor en
pacientes terminales, entre otras propuestas, cuentan hoy con un amplio abanico
de medicamentos ,sintéticos y semisintéticos, que han debido de traspasar por
todos los controles de calidad y pruebas de laboratorio, antes de lanzarlas para
su uso medicinal. Por otra parte, si médicamente una droga cualquiera tuviera
que ser aplicada a un enfermo terminal, bastaría con solicitar permiso a la
ANMAT, pudiendo disponerse de la misma, a través de un protocolo específico para
usos terapéuticos controlados. En otro orden de cosas, durante una reunión de
expertos realizada entre la Sedronar y la Embajada de Holanda, hacia mediados
del año 2005,se puso en claro que la política de dicho país frente a las
drogas-cannabis y sus productos- no había obtenido los resultados esperados.
Ello se debía, en gran parte ,a las complicaciones surgidas a través del
funcionamiento de los “coffee-shops” , disminuyendo considerablemente el número
de los mismos. Por otra parte el “narcoturismo” europeo lejos de beneficiarlos
los perjudicaba. Mas allá de la politización del consumo, que nada bien hace
al problema de las sustancias, ¿no cabría aquí preguntarse :si la permisividad
social, a través de estos proyectos poco científicos y muy políticos no
contribuyen, también, al consumo de la marihuana con fines recreativos, además
de los médicos? Es decir, como dijésemos sencillamente, al comienzo
....¿ Las drogas de la Cultura o la cultura de las drogas.?