INSALUBRIDAD EN LA INDUSTRIA DEL FÓSFORO

Analogías de la pobreza entre Argentina e Inglaterra en el siglo XIX

Por el Dr. Eduardo Scarlato. Publicado en la revista Historias de la Ciudad. Una revista de Buenos Aires.
Lulemar ediciones. ISSN 1514-8793 Año III Nro. 16 p. 55-59. 2002. Argentina.

James Clerk Maxwell, una de las grandes figuras de la ciencia física del siglo XIX, escribió en cierta ocasión: "La ciencia sólo resulta soportable cuando nos interesamos por los grandes descubridores y por sus vidas; y sólo se torna fascinadora cuando comenzamos a seguir el desarrollo de las ideas".

Henning Bran había descubierto el fósforo en 1669 en Hamburgo, pero hasta 1820 no se fabricaron las “cerillas”, denominadas en el idioma cotidiano como “fósforos” , la tradicional espiga de madera, de cartón o de hilo encerado, cuya cabeza combustible se enciende por fricción.

El fósforo de seguridad no aparece hasta después de 1845, basándose en fósforo amorfo, en tanto que los resistentes al agua datan apenas de los días de la Segunda Guerra Mundial.

No se generalizó su empleo sino hacia la segunda mitad del siglo XIX, tiempos en los que eran importados desde Europa y los Estados Unidos.

Buceando en la recopilación de material histórico relacionado con el elemento fósforo, y preocupados por la incidencia que este producto tóxico puede aportar hacia la salud humana, atrajeron nuestra atención dos datos interesantes. En primer lugar, la sorpresa de encontrar una descripción muy clara del ámbito toxicológico laboral de esta sustancia en el siglo XIX en una fuente bibliográfica poco esperada. El otro dato de interés fue el correlato con la experiencia que, pocos años después de ese momento, se estaba observando en nuestro país.

Y así fue que en la práctica profesional, al trabajar en relación con venenos, permitiera que la curiosidad diera lugar a un espacio nuevo de estudio, adentrándonos paulatinamente en los orígenes y las historias relacionados con ellos.

El primer hallazgo se encuentra en la cruda descripción detallada por Karl Marx en su obra “El Capital” . Veamos la cita textual:

"La fabricación de fósforos químicos data de 1833, año en que se encontró el procedimiento para fijar el fósforo a una delgada astilla de madera.
A partir de 1845, esta industria se desarrolló rápidamente en Inglaterra, primero en los barrios populares de Londres, de donde pasó a Manchester, Birmingham, Liverpool, Bristol, Norwich, Newcastle, Glasgow, etc., introduciendo al mismo tiempo el trismo (calambre de la mandíbula), al que un médico vienés señala, a partir de 1845, como la enfermedad específica de quienes trabajan en la fabricación de fósforos. Esta industria está tan desacreditada por su insalubridad y su trabajo repugnante que únicamente la fracción más miserable de la clase obrera, como por ejemplo las viudas medio muertas de hambre, mandan a ellas a sus hijos pálidos, andrajosos, totalmente abandonados y corrompidos. Entre los testigos que declararon ante el comisario Wite, 270 tenían menos de 18 años, 50 menos de 10, 10 apenas 8, y 5 apenas 6 años. La jornada de trabajo oscilaba entre 12 y 15 horas, con trabajo nocturno, con comidas irregulares tomadas generalmente en los mismos talleres, apestadas por las emanaciones del fósforo. Dante encontraría que una fábrica de este tipo supera todos los horrores que ha acumulado en su Infierno".
[i]

Para conocer el desarrollo de esta industria en nuestro país, hemos transcripto parte del texto dictado por el arquitecto Emilio M. Lavigne a la señora G.A. de Pontin acerca de la historia de las compañías de fósforos en la Argentina. [ii]

Esos apuntes fueron al parecer escritos en ocasión de cumplirse el cincuentenario de la Compañía General de Fósforos, el 30 de noviembre de 1938. Su autor era hijo del ingeniero Juan Mauricio Lavigne, uno de los fundadores de la razón social "Bolondo, Lavigne y Cía.", que luego fuera Gerente General de la citada compañía.

Como curiosidad, apuntamos que el ingeniero Lavigne falleció en 1897, al producirse en la fábrica de Avellaneda, localidad de la provincia de Buenos Aires, vecina a la Capital Federal, antes conocida como Barracas al Sur, una explosión cuyo origen tendría que ver con la manipulación, tal vez imprudente, de productos químicos de reciente descubrimiento en Europa, utilizados para la confección de la cabeza de los fósforos.

El texto de su hijo recuerda:

"En el siglo XIX el mercado de fósforos del país estaba alimentado exclusivamente por industriales italianos y franceses, establecidos en Francia. Cuando el gobierno francés implantó el monopolio de los fósforos, algunos industriales de ese país trasladaron sus fábricas a Italia, estableciéndose en las proximidades de Turín, desde donde continuaron exportando sus productos a la Argentina y el Uruguay.

En esa época, en la Argentina y el Uruguay existían dos pequeñas fábricas, una en Montevideo de Laborde y su sucesor Dupuy; otra en Buenos Aires, de Goenaga y Lopetegui, ésta establecida desde 1860, dejando de existir después de haber cambiado varias veces de propietario y fracasado.

En 1878, Lavigne y Bolondo, el primero con experiencia en la fabricación de fósforos, estudiaron las causas del fracaso de la primera fábrica en este país y comprendieron que se debía a la carencia de maquinaria adecuada y a falta de competencia de los fabricantes. Previeron el futuro enorme desarrollo de Buenos Aires y comprendieron que era en esta ciudad donde su fábrica de fósforos tendría mayores perspectivas para prosperar rápidamente.

Con capital aportado por Bolondo fundaron la "Fábrica Nacional de Fósforos", y firmaron el contrato en Montevideo el 6 de mayo de 1879:

  • Establecer en la República Argentina, Municipio de Buenos Aires, calle California 50, entre las de Salta y Avenida Santa Lucía, Barracas al Norte, una Fábrica de Fósforos de Cera, bajo la razón social "Bolondo y Lavigne".
  • Capital social: 8.000.000 fuertes.
  • Fue entonces, 1880(?), que se constituyó la razón social "Bolondo Lavigne y Cía.", entrando a formar parte de ella como socios comanditarios los señores Antonio y Bartolomé Devoto.

El señor Cayetano Dellachá, uno entre los mayores importadores, en 1882 funda una importante fábrica de fósforos en Barracas al Sud (Provincia de Buenos Aires), que gira bajo el nombre de A. Dellachá y Hno.

En 1884, en el barrio de Belgrano, el señor Lavaggi instala otra fábrica.

Como resultado disminuye la importación, pero se entabla la competencia local, hasta llegar a la firma entre Bolondo Lavigne y Cía., y A. Dellachá, de un convenio al solo efecto de fijar los precios mínimos de venta y se establece una multa de $ 10.000 nacionales de oro para la parte que no cumpla el convenio desde el 19 de marzo hasta el 31 de octubre de 1885.

En 1888 no se llegó al término del nuevo convenio. Por iniciativa de los señores A. Devoto y Hno. se entablaron negociaciones tendientes a fundar una Compañía, reuniendo las tres fábricas de Bolondo Lavigne y Cía., A. Dellachá y Hno. y Lavaggi Hnos..

El resultado fue la fundación de la Sociedad Anónima Compañía General de Fósforos, cuyos estatutos fueron aprobados por el Superior Gobierno de la Nación el 30 de Noviembre de 1888.

El primer directorio fue integrado por los señores:

  • Presidente ........................... Cayetano Dellachá
  • Vice Presidente ................... Bartolomé Devoto
  • Secretario ........................... Juan M. Lavigne
  • Tesorero ............................. Juan Profumo
  • Vocal .................................. H. Stoppani
  • Vocal .................................. José Scarsi
  • Vocal .................................. Mauricio Boca

Como de la arteria principal de la capital salen los nuevos caminos que conducen a todas las regiones del país, así de la primitiva industria fosforera surgió con ininterrumpido ritmo de ampliaciones y transformaciones, el conjunto armónico industrial de empresas conocido bajo la denominación de grupo fabril o "grupo italiano”.

Casi inmediatamente después de su fundación, la Compañía General de Fósforos resolvió la instalación de un pequeño establecimiento gráfico en Barracas al Norte. Con las primeras máquinas tipográficas se empezó a imprimir la cartulina exterior, pero el establecimiento no limitó sus actividades a la impresión de las cajitas, pues ofreció sus trabajos al mercado y en breves años alcanzó a ocupar un buen puesto en el ramo de las artes gráficas.

En 1893 la Compañía dirigió sus miradas al vecino Uruguay y resuelve la instalación de una fábrica de fósforos en Montevideo, juntamente con una sección tipolitográfica.

En 1899 las tres fábricas de fósforos argentinas son reunidas en una sola, en Avellaneda, quedando en Barracas al Norte solamente la de las cajitas y la impresión de la cartulina exterior.

En 1903 se resolvió la construcción de una fábrica de papel, y ya en el mes de julio de 1904, en Bernal, F.C.S., comenzó a producir la primera máquina para papel, a la cual se agregó otra en 1912. Como había ocurrido en los Talleres Gráficos, la producción de la fábrica de Bernal no se limitó a la cartulina para los fósforos, sino que se extendió a otros tipos para los mismos talleres gráficos y para el mercado en general.

En 1905, siempre en vista del continuado aumento del consumo y de los posibles inconvenientes de la concentración en una sola fábrica de un artículo destinado a toda la población de la República, se decidió la construcción de otra fábrica de fósforos en Paraná, capital de la Provincia de Entre Ríos.

Para facilitar el intercambio de mercaderías entre la fábrica de papel en Bernal, los Talleres Gráficos en Barracas al Norte y la fábrica de fósforos en Avellaneda, los tres establecimientos fueron unidos en 1908 mediante una línea de tranvías eléctricos. En el mismo año la Compañía trasladó su sede social a un edificio propio en la calle Lima 229...”

Pero volvamos a los aspectos sanitarios. Hacia principios de la década de 1890, con no mucha diferencia temporal a lo denunciado por Marx, encontramos en nuestro país una similar preocupación por los aspectos sanitarios relacionados con esta industria.

El Dr. Emilio Coni publicaba en los Anales del Departamento Nacional de Higiene correspondiente a 1891, tres artículos referidos a la higiene industrial: “ Las fábricas de cerillas fosfóricas”; “La reglamentación del trabajo de los niños” y “La mujer en la industria”, demostrando, con las descripciones aportadas, que las experiencias realizadas demostraban situaciones que eran similares a las que fueran descriptas por Marx para Inglaterra.

El que se refiriera a las tres fábricas de la Compañía General de Fósforos no era casual. Estos establecimientos ocupaban preferentemente una gran cantidad de mujeres y niños, al igual que en Inglaterra, y en las terribles condiciones de insalubridad propias para este tipo de industria en esa época.

En lo concerniente a las consecuencias de estos informes y al respecto de la eficacia del Departamento Nacional de Higiene, debemos acotar que éste no tenía facultades ejecutivas, por lo cual su labor careció de efectos prácticos inmediatos, aunque sus informes conservaron para la historia un importante valor testimonial.

Sobre las fábricas de fósforos radicadas en nuestra ciudad, el informe del Dr. Coni decía que “...las emanaciones de vapores nocivos se hacen sentir de manera notable, y estos vapores, conjuntamente con la manipulación de la pasta, son los que producen en los obreros todos los trastornos del fosforismo crónico, que en algunos se manifiesta con la afección conocida por “mal químico” o necrosis fosforada del maxilar...” [iv]

Esta necrosis fosforada del maxilar se localizaba preferentemente en el maxilar inferior, en aquellos obreros que tenían caries dentales no tratadas, y por ende una periostitis, hecho que constataran por primera vez los Dres. Castex y Castaño. [v]

Las pésimas condiciones de trabajo observables en esos años, encontraron en algunos sectores científicos y políticos, personas sensibles y bien dispuestas a tratar de mejorar los ambientes laborales, que, por otra parte, eran de similares características a los de otras industrias en las que la mano de obra masiva reemplazaba las tecnologías en muchos casos inexistentes todavía.

En ese sentido, tanto los trabajos del Dr. Coni como los de Bialet-Masse en su famoso informe sobre las condiciones del trabajo en la Argentina hacia 1904, junto a los de Solari con referencia a los yerbatales del norte, resultaron paradigmáticos en la búsqueda de una solución sanitaria apropiada, que solo llegaría con el correr de los años.

Solo nos queda reflexionar acerca de cuántas vidas se tornaron miserables y dejaron su salud para que la sociedad gozara del preciado bien de la lumbre.

Bibliografía

[i] - Marx, Karl, “El Capital”, Sánchez Mato editor. 1986. Méjico. p.89

[ii] - “La historia de la Compañía General de Fósforos Sudamericana S.A.”, Archivos de la empresa. http://mujweb.atlas.cz/www/cgfsa/Homepage.htm

[iii] - Recalde, Héctor, “La higiene y el trabajo”, Tomo 1 (1870-1930). Centro Editor de América Latina. 1988. Argentina. p. 24-25.

[iv] - Recalde, Héctor, “La higiene y el trabajo”, Tomo 2 (1870-1930). Centro Editor de América Latina. 1988. Argentina. p. 128-129.

[v] - Busso, Rubén, “Toxicología”. Librería Científica, Editora. Buenos Aires, 1927. p. 240-241.

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