INSALUBRIDAD EN LA INDUSTRIA DEL FÓSFORO
Analogías de la pobreza entre Argentina e Inglaterra en
el siglo XIX
A partir de 1845, esta industria se desarrolló rápidamente en Inglaterra, primero en los barrios populares de Londres, de donde pasó a Manchester, Birmingham, Liverpool, Bristol, Norwich, Newcastle, Glasgow, etc., introduciendo al mismo tiempo el trismo (calambre de la mandíbula), al que un médico vienés señala, a partir de 1845, como la enfermedad específica de quienes trabajan en la fabricación de fósforos. Esta industria está tan desacreditada por su insalubridad y su trabajo repugnante que únicamente la fracción más miserable de la clase obrera, como por ejemplo las viudas medio muertas de hambre, mandan a ellas a sus hijos pálidos, andrajosos, totalmente abandonados y corrompidos. Entre los testigos que declararon ante el comisario Wite, 270 tenían menos de 18 años, 50 menos de 10, 10 apenas 8, y 5 apenas 6 años. La jornada de trabajo oscilaba entre 12 y 15 horas, con trabajo nocturno, con comidas irregulares tomadas generalmente en los mismos talleres, apestadas por las emanaciones del fósforo. Dante encontraría que una fábrica de este tipo supera todos los horrores que ha acumulado en su Infierno". [i] Para conocer el desarrollo de esta industria en nuestro país, hemos transcripto parte del texto dictado por el arquitecto Emilio M. Lavigne a la señora G.A. de Pontin acerca de la historia de las compañías de fósforos en la Argentina. [ii] Esos apuntes fueron al parecer escritos en ocasión de cumplirse el cincuentenario de la Compañía General de Fósforos, el 30 de noviembre de 1938. Su autor era hijo del ingeniero Juan Mauricio Lavigne, uno de los fundadores de la razón social "Bolondo, Lavigne y Cía.", que luego fuera Gerente General de la citada compañía. Como curiosidad, apuntamos que el ingeniero Lavigne falleció en 1897, al producirse en la fábrica de Avellaneda, localidad de la provincia de Buenos Aires, vecina a la Capital Federal, antes conocida como Barracas al Sur, una explosión cuyo origen tendría que ver con la manipulación, tal vez imprudente, de productos químicos de reciente descubrimiento en Europa, utilizados para la confección de la cabeza de los fósforos. El texto de su hijo recuerda: "En el siglo XIX el mercado de fósforos del país estaba alimentado exclusivamente por industriales italianos y franceses, establecidos en Francia. Cuando el gobierno francés implantó el monopolio de los fósforos, algunos industriales de ese país trasladaron sus fábricas a Italia, estableciéndose en las proximidades de Turín, desde donde continuaron exportando sus productos a la Argentina y el Uruguay. En esa época, en la Argentina y el Uruguay existían dos pequeñas fábricas, una en Montevideo de Laborde y su sucesor Dupuy; otra en Buenos Aires, de Goenaga y Lopetegui, ésta establecida desde 1860, dejando de existir después de haber cambiado varias veces de propietario y fracasado. En 1878, Lavigne y Bolondo, el primero con experiencia en la fabricación de fósforos, estudiaron las causas del fracaso de la primera fábrica en este país y comprendieron que se debía a la carencia de maquinaria adecuada y a falta de competencia de los fabricantes. Previeron el futuro enorme desarrollo de Buenos Aires y comprendieron que era en esta ciudad donde su fábrica de fósforos tendría mayores perspectivas para prosperar rápidamente. Con capital aportado por Bolondo fundaron la "Fábrica Nacional de Fósforos", y firmaron el contrato en Montevideo el 6 de mayo de 1879:
Pero volvamos a los aspectos sanitarios. Hacia principios de la década de 1890, con no mucha diferencia temporal a lo denunciado por Marx, encontramos en nuestro país una similar preocupación por los aspectos sanitarios relacionados con esta industria. El Dr. Emilio Coni publicaba en los Anales del Departamento Nacional de Higiene correspondiente a 1891, tres artículos referidos a la higiene industrial: “ Las fábricas de cerillas fosfóricas”; “La reglamentación del trabajo de los niños” y “La mujer en la industria”, demostrando, con las descripciones aportadas, que las experiencias realizadas demostraban situaciones que eran similares a las que fueran descriptas por Marx para Inglaterra. El que se refiriera a las tres fábricas de la Compañía General de Fósforos no era casual. Estos establecimientos ocupaban preferentemente una gran cantidad de mujeres y niños, al igual que en Inglaterra, y en las terribles condiciones de insalubridad propias para este tipo de industria en esa época. En lo concerniente a las consecuencias de estos informes y al respecto de la eficacia del Departamento Nacional de Higiene, debemos acotar que éste no tenía facultades ejecutivas, por lo cual su labor careció de efectos prácticos inmediatos, aunque sus informes conservaron para la historia un importante valor testimonial. Sobre las fábricas de fósforos radicadas en nuestra ciudad, el informe del Dr. Coni decía que “...las emanaciones de vapores nocivos se hacen sentir de manera notable, y estos vapores, conjuntamente con la manipulación de la pasta, son los que producen en los obreros todos los trastornos del fosforismo crónico, que en algunos se manifiesta con la afección conocida por “mal químico” o necrosis fosforada del maxilar...” [iv] Esta necrosis fosforada del maxilar se localizaba preferentemente en el maxilar inferior, en aquellos obreros que tenían caries dentales no tratadas, y por ende una periostitis, hecho que constataran por primera vez los Dres. Castex y Castaño. [v] Las pésimas condiciones de trabajo observables en esos años, encontraron en algunos sectores científicos y políticos, personas sensibles y bien dispuestas a tratar de mejorar los ambientes laborales, que, por otra parte, eran de similares características a los de otras industrias en las que la mano de obra masiva reemplazaba las tecnologías en muchos casos inexistentes todavía. En ese sentido, tanto los trabajos del Dr. Coni como los de Bialet-Masse en su famoso informe sobre las condiciones del trabajo en la Argentina hacia 1904, junto a los de Solari con referencia a los yerbatales del norte, resultaron paradigmáticos en la búsqueda de una solución sanitaria apropiada, que solo llegaría con el correr de los años. Solo nos queda reflexionar acerca de cuántas vidas se tornaron miserables y dejaron su salud para que la sociedad gozara del preciado bien de la lumbre.Bibliografía[i]
- Marx, Karl, “El Capital”, Sánchez Mato editor. 1986. Méjico. p.89
[ii]
- “La historia de la Compañía General de
Fósforos Sudamericana S.A.”, Archivos de la empresa.
http://mujweb.atlas.cz/www/cgfsa/Homepage.htm
[iii] - Recalde, Héctor, “La higiene y el trabajo”, Tomo 1 (1870-1930).
Centro Editor de América Latina. 1988. Argentina. p. 24-25.
[iv]
- Recalde, Héctor, “La higiene y el trabajo”, Tomo 2 (1870-1930). Centro Editor
de América Latina. 1988. Argentina. p. 128-129.
[v]
- Busso, Rubén, “Toxicología”. Librería Científica, Editora. Buenos Aires, 1927.
p. 240-241.
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